Centralismo mental
El más grande mal que aqueja a nuestro sistema federal es el centralismo mental. La creencia extendida, aceptada acríticamente y asumida de forma inconsciente, de que "como es en el centro debe ser en la periferia". Este mal cerebral se manifiesta de muy diversas maneras.
1.- Aceptación de que las normas locales deben ser como las federales. Ni ir más lejos, ni menos. Justo exactas, mismo alcance, mismo contenido; y desde luego, misma interpretación.
2.- Sobre interpretación de las normas federales. Grave creencia, que hace pensar superior al derecho federal por encima del derecho local, y que establece así una jerarquía indebida, que al menos desde 2007 la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha rechazado.
3.- Consideración defectuosa de las leyes generales. Una norma general lo es no por su nombre, sino por su contenido. De hecho, leyes con el adjetivo "general" en parte son federales, dado que regulan aspectos de dicho ámbito de gobierno; y en otra son justamente generales, en tanto se ocupan de distribuir competencias entre federación, estados y municipios. Un ejemplo es la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, que en parte es federal, en parte es general.
Los defectos anteriores nos llevan a renunciar al adecuado, oportuno y responsable ejercicio de facultades locales. El centralismo mental nos condena a vivir de inteligencia prestada, a no pensar desde la provincia, los problemas locales.
Perniciosa enfermedad que debemos esforzarnos por desterrar.
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