Digresión I. De san Agustín a Borges vía Xirau

(En esta nueva sección presentaré reflexiones que no tienen relación directa con los asuntos jurídicos)

Tengo la costumbre de leer más de un libro al mismo tiempo, casi siempre uno de derecho o filosofía y otro de literatura o historia. Esto a veces tiene el curioso efecto de crear en mi mente imaginarios casos comunicantes entre ambas lecturas tan disimiles. Pero lo sucedido hoy me deja pensando que tal vez exista una relación no imaginaria entre el pensamiento de san Agustín y el de Jorge Luis Borges.

Ramón Xirau en su estupenda “Introducción a la filosofía” desarrolla el pensamiento de san Agustín, en particular sus ideas sobre el tiempo y la razón. El filósofo catalán precisa que el obispo de Hipona llega a ellas al dudar sobre la vida; y afirma que existe un “ahora” que implica la consciencia de ser. Ese ahora contiene  a la vez la memoria del pasado y la previsión del porvenir.

Transcribo la explicación de Xirau “Y en efecto, si imaginamos un ser sin memoria, sería también un ser sin pensamiento, puesto que pensar consiste en relacionar, ligar, atar cabos para llegar a conclusiones. Sin la atención me sería imposible atar esos cabos, pero sin el recuerdo me sería imposible tener los cabos para poder atarlos mediante la atención”[1].

En “Funes el memorioso” Borges nos describe a un hombre tumbado en su cama que tiene la más amplia capacidad de memoria, que no sólo es fotográfica sino que también es microscópica. Esta memoria abarca tanto la capacidad mental de Funes que le lleva a desarrollar un sistema numérico que se basa en la absoluta individualización de cada número. El autor argentino escribe que su personaje no es capaz de abstracciones “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”[2].

Funes es un ser todo memoria. Y si bien san Agustín en la lectura de Xirau da primacía a la memoria, lo hace como un elemento necesario para el pensamiento al igual que lo es la atención. Una atención ayuna de recuerdos no permite pensar, pero una memoria carente de atención desemboca en el mismo resultado, porque implica imágenes y sensaciones, sin advertir la liga entre las mismas que se produce por la reflexión.

Es bien sabido el gusto de Borges por la filosofía. Ignoro si leyó a san Agustín (aunque se me antoja difícil que no lo hubiera hecho) y en todo caso me parece que su breve texto sobre el memorioso sin raciocinio es un desarrollo extremo de las ideas del Padre de la Iglesia. Brillante.




[1] p. 135 de la vigésima reimpresión de la decimotercera edición, 2016.
[2] p. 84 del compendio Borges esencial de 2017.

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