Miscelánea jurídica XLVII

“How democracies die” de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt

¿Cómo fue posible que Donald Trump se hiciera con la Presidencia de los Estados Unidos? ¿es una anomalía en el sistema democrático estadounidense? ¿qué salió mal? En el cúmulo de textos que buscan responder estas preguntas que todos nos hemos hecho,  destaca el libro de los dos profesores de Harvard. Y consigue hacerlo por varias razones, que a la vez recomiendan su lectura, mismas que a continuación desarrollo.

El objetivo del libro es demostrar que la democracia americana no puede considerarse inderrotable; y que contrario a una creencia extendida, su Constitución no la resguarda de la erección de un régimen autoritario. Narran diversos casos de figuras políticas de gran impacto popular que de hecho fueron riesgos para la democracia americana, tales como Henry Ford (si, el mismo gran empresario que filmó a sus empleados entrando a un cuarto vestidos con las ropas de sus países de origen y saliendo arreglados como “auténticos americanos”), el padre Charles Coughlin, Charles Lindbergh y Joseph MacCarthy, cuyas persecuciones arruinaron carreras y nos legaron obras como “Las brujas de Salem” o “Nido de ratas”.

Para conseguir evitar eficazmente el ascenso de los personajes autoritarios, el sistema político americano tiene una serie de “guardianes de las puertas”, que son el Colegio Electoral y los partidos políticos; así como dos costumbres de la mayor importancia: la mutua tolerancia entre los partidos y políticos, y la autocontención de los gobernantes.

En cuanto al Colegio Electoral, se presenta un muy interesante recorrido desde su creación hasta la actualidad, evidenciando cómo el sistema de filtros de naturaleza elitista fué desechado en los años setenta en favor de mecanismos que aumentaban el peso de los simpatizantes, sobre todo en el caso de los republicanos.

La mutua tolerancia implica, para los autores, el aceptar a los políticos de otro partido como contendientes, no como enemigos, mucho menos presentarlos como amenazas para la forma de vida americana. Por su parte, la autoncontención implica el “evitar acciones que, mientras respetan la letra de la ley, violan su espíritu”(p. 105, traducción propia) Estas dos costumbres tienen por efecto evitar el uso faccioso de los poderes del Estado, la represión de la prensa y la toma por medio de acólitos del Poder Judicial y las agencias u órganos independientes. 

Vale la pena detenerme aquí para mostrar el método que siguen los autores. Lejos de sustentar su libro en abundantes citas o referencias a autores señeros, (sólo citan a Juan Linz) apoyan su caso en abundantes ejemplos históricos, tanto de los propios Estados Unidos como de América Latina y Europa, recordándonos que Levitsky tiene por objeto de estudio nuestro subcontinente, y Ziblatt es un especialista en historia de Europa desde el siglo XIX; así personajes como Correa, Chávez, Mussolini, Perón, Fujimori, Putin y Erdogan sirven para mostrar el asalto a las instituciones, la desarticulación de la prensa y la creación de un régimen autoritario, basados casi siempre en las “necesidades del pueblo” o en “amenazas externas”.

Desde luego la elección de estas figuras no es casual, pues lo que buscan mostrar los autores es cómo un político que se presenta como respetuoso del juego democrático, termina por destruirlo. Y muestran también las equivocadas respuestas de las élites políticas y las instituciones que no pudieron frenar el ascenso de tales políticos.

Preocupados por la oportuna detección de liderazgos antidemocráticos, en el libro se presenta un cuestionario de quince preguntas divididas en cuatro apartados, que se propone como herramienta para identificar por sus actos y declaraciones a quien tenga tendencias autoritarias. Estos apartados son: rechazo o compromiso débil con las reglas democráticas; negación de la legitimidad de los oponentes políticos; tolerancia o incitación a la violencia y, presteza para limitar las libertades civiles de los oponentes y de la prensa.

En el libro se busca demostrar que la democracia americana no es algo que deba darse por seguro; así como que su funcionamiento depende de que los “guardianes” hagan su trabajo y los políticos se respeten y contengan.

Hecho lo anterior Levitsky y Ziblatt establecen un punto posiblemente polémico: el ambiente de respeto y colaboración entre los demócratas y republicanos se fundamentaba en la cercanía de intereses y procedencias, lo que implicaba la exclusión de los afroamericanos de los temas políticos, con posterioridad al periodo de la Reconstrucción. Pero la Ley de Derechos Civiles y la reivindicación de los derechos de las minorías por el Partido Demócrata, a la vez que un escoramiento a la derecha de los republicanos en los años setenta, han desembocado en una intolerancia manifiesta entre partidos.

Seguramente con razón los autores le cargan las tintas a los republicanos. Presas de los medios de extrema derecha, del Tea Party y de los grandes donadores, los políticos de dicha afiliación rompieron lanzas contra los gobiernos demócratas de Clinton y Obama, pasando incluso por tradiciones legislativas que se consideraban bien asentadas.

Lo anterior es importante porque si bien Trump es visto como el mayor ejemplo de violación de las prácticas políticas de la tolerancia y la contención, el libro que reseño demuestra que es la última manifestación de una tendencia que al menos data de finales de los años sesenta del siglo pasado.

En la parte final se proponen diversos escenarios para el futuro de la política americana. De forma muy interesante se sugieren acciones para que los republicanos retomen el control de su partido más allá de las influencias de los medios extremistas y los intereses de los grandes donadores; lo mismo hacen para los demócratas.

Destaca el análisis de las razones por las que el Partido Republicano se ha convertido en una agrupación de la menguante mayoría de blancos protestantes, que se sienten amenazados por el crecimiento de las minorías. 

¿Qué va a encontrar el lector de este libro? un texto bien escrito, abundante en ejemplos pertinentes. Su pertinencia y exitosa ejecución no debe alejarnos de dos consideraciones que estimo centrales:

Primero, la lectura del libro debe hacerse con atención a que  el objeto de estudio consiste en la democracia americana, por lo que no pueden transpolarse ni sus supuestos ni sus conclusiones a cualquier otro país, al menos no sin revisar que los pilares sobre los que se sustenta el texto (la existencia de una democracia amenazada que cuenta con prácticas políticas que la sustentan) son aplicables a otro caso.

Segundo, se afirma la existencia de agentes o agencias neutrales, entre las cuales está la judicatura. Esta neutralidad  parecería basarse en que el único interés de tales instancias de gobierno es el respeto a la Constitución desde una perspectiva “apolítica”; dicha postura desde luego puede (debe) ser puesta en la picota, dado que no sólo los jueces, sino todas las instancias encargadas de resolver conflictos o perseguir delitos no sólo son susceptibles de un uso político, sino que también tienen sus propias agendas o, al menos, una cierta manera de entender las atribuciones que deben ejercer, visión que desde luego no es apolítica, sino necesariamente ideologizada.





Comentarios

Unknown ha dicho que…
Excelente blog!!! Felicidades!!!
augusto ha dicho que…
Excelente reseña del libro "Cómo mueren las democracias".
Gracias Luis Octavio!
Luis Octavio ha dicho que…
Gracias. Es un estupendo libro.