Derecho y literatura XIV


El Zarco, de Ignacio Manuel Altamirano

Ignacio Manuel Altamirano es uno de nuestros más importantes hombres de letras del siglo XIX. Autor lo mismo de novelas que de discursos, intelectual lanzado de cabeza en la brega política que conocía la realidad de los pueblos indígenas por venir de uno, es un buen ejemplo del modelo de hombre público de su época en México.

Me había tardado en leer su obra, tal vez porque no soy muy dado a la novela romántica. Sin embargo ahora ya he leído “El Zarco”, en una cuidadosa edición anotada y revisada de la Universidad Veracruzana, y debo decir que el texto me sorprendió.

La novela trata de dos amores, uno casto entre una joven mestiza y un honrado herrero indígena; el otro arrebatado que surge entre una mujer apasionada y el líder de una banda de salteadores. Esta trama sirve de base para hablar de pueblos sometidos a la rapiña de grupos de delincuentes, autoridades incapaces, indolentes o francamente coludidas con los facinerosos y comunidades que deben unirse para defender ya no solo sus propiedades, sino sus vidas.

¿Le suena todo esto?                       

Y de repente me di cuenta que Altamirano no hablaba del cantón de Morelos en 1861-1863, sino que escribía proféticamente de tiempos mucho más recientes y de diversas regiones de nuestro país. Cierto, la historia moralizante hoy no cuadra, ya no se usan caballos para asolar pueblos, y  los adornos de oro han sustituido a los de plata, pero fuera de eso…

A veces la historia aparenta repetirse sin más cambios que los que produce eso que llamamos progreso. Pero parece decirnos que en el fondo poco hemos cambiado. Desde luego esto es una mera ilusión, un perverso efecto de oasis que no nos deja ver del todo la realidad.
Sin embargo qué sobrecogedor resulta leer hoy “El Zarco”.




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