Digresión III. La paradoja de la democracia y los derechos.
La
democracia y los derechos fundamentales parecen dos conceptos que van de la
mano, ya que resulta difícil imaginar un gobierno que tenga uno solo de los
mismos y no el otro. Pero la realidad es que no necesariamente se presentan
juntos, e incluso en aquellos casos en que se presentan en un mismo sistema,
presentan tensiones permanentes.
La
democracia tiene como regla general la decisión mayoritaria, se sustenta en la
idea de que el gobierno común solo es posible mediante el consentimiento del
mayor número de quienes serán gobernados. Parte de la idea de la igualdad que
se ejemplifica en la frase “una persona, un voto”, así como en la noción de que
todos los poderes políticos deben proceder o rendir cuentas ante la ciudadanía.
Los
derechos fundamentales, aquellos que tienen que ver con las personas (derechos
humanos) con el estatus de ciudadano (derechos civiles, derechos políticos) o
la pertenencia a un grupo desfavorecido (derechos sociales) se han construido
históricamente sobre el derecho de propiedad, que los liberales políticos y
económicos del siglo XVIII usaron como base para moldear todos los otros
derechos. Así la propiedad, que era una figura del derecho civil protegida por
medios de defensa y requisitos para su afectación, se convirtió en el modelo
ideal de todos los derechos y libertades posteriores. Permiten la libertad como
base de la diferencia.
Derechos
y democracia no nacen al mismo tiempo, ni tienen el mismo objetivo, tan es así
que los teóricos y políticos norteamericanos del siglo XVIII y XIX presentaban
a su país como una “república”, no como una “democracia”, considerando que la
primera limitaba la voluntad de la masa de votantes.
Pondré
un ejemplo del choque entre democracia y derechos humanos: En Suiza un musulmán
pretendió construir un minarete en su pueblo, después de que la administración
municipal se negara, el asunto llegó hasta el más alto tribunal, quien decidió
que la negativa era ilegal, así que se construyó la torre. Sin embargo, un
grupo de ciudadanos consiguió que se sometiera a consulta la prohibición de
levantar ese tipo de edificaciones, y la mayoría del cuerpo electoral votó a
favor de la propuesta.
Así
en Suiza, desde 2009, existe la libertad de cultos constitucionalmente
protegida, y también está prohibida la construcción de minaretes, lo que se ha
asentado en la misma Constitución.
Ahí
tenemos un ejemplo de una decisión democrática que limitó derechos. No puede
criticarse su origen popular, pero sí señalar su limitación a la libertad
religiosa; cierto, se trata de un caso extremo, pero permite ilustrar las tensiones
entre democracia y derechos.
El
arte del gobierno democrático y orientado a los derechos de las personas está
justamente en equilibrar esos dos principios, de manera que colaboren para una
sociedad más justa, y no se anulen en un beneficio parcial y temporal.
No
es fácil, pero hay que reconocer que nadie afirmó que el arte de gobernar lo
fuera.
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